Los pequeños productores están acostumbrados a vender sus cafés como materia prima a todo el mundo, exportando la mayoría de su producción, pero a un precio condicionado por los mercados y la Bolsa de Valores y no por sus esfuerzos diarios en el cafetal. Pero si venden su café con certificaciones de orgánico y comercio justo ganan hasta 2 o 3 veces más que antes.